Como decía Richard Feynman,:
“Está bien tener la mente abierta, pero no tanto como
para que se te caiga el cerebro”.
Parte 1: Los sueños
“Los sueños son reales mientras
duran, ¿puedes decir más de esta vida?”
Henry Havelock Ellis.
Se sabe que
dormir es imprescindible para la vida, importante para el bienestar emocional e
incluso se ha encontrado relación entre patrones de sueño inadecuados y
una serie de infecciones como la gripe, la diabetes y hasta el
cáncer. Pero, ¿qué es, exactamente, lo que hace que dormir sea tan
necesario?
La Dra. Rosalind Cartwright del Centro Médico Rush de Chicago ha
descubierto que individuos que recuerdan sus sueños tienden a sanar con mayor
rapidez de estados depresivos asociados con el divorcio.
Rubin Naiman,
del Arizona Center for Integrative Medicine, cree que la pérdida de los
sueños, más que la privación del sueño per se, es una “fuerza
sociocultural crítica” en el desarrollo de la depresión, la cual generalmente
pasa desapercibida. “Una buen hábito de sueños contribuye a nuestro bienestar
psicológico al promover una memoria sana, alejar la depresión y al expandir
nuestra conciencia ordinaria hacia regiones más amplias y espirituales”, dice
Naiman.
El hecho de que
los sueños —y no solo la falta de sueño— afecte la salud, tiene una importancia
que pasa de largo a la medicina moderna. La mayoría de los fármacos que se prescriben
para tratar desórdenes relacionados con el sueño y la depresión tienen el
efecto secundario de suprimir la memoria de los sueños —así que podrían estar
atacando un padecimiento solo de manera superficial.
Uno de los
pocos métodos ideados para penetrar el casi insondable mundo de lo que sucede
cuando soñamos es el desarrollado por el Dr. Stephen LaBerge de la Universidad
de Stanford. LaBerge logró entrenar a diferentes voluntarios a emitir una señal
durante sus sueños cuando algo en específico les estaba sucediendo, por
ejemplo, cuando estaban teniendo sexo. Esto fue realizado en personas capaces
de tener sueños lúcidos, sueños en los que se tiene cierta conciencia de que se
está soñando.
Los resultados de las investigaciones de LaBerge muestran que un
fenómeno que sucede en el espacio onírico tiene una correspondencia
fisiológica, tal que un orgasmo soñando genera respuestas corporales similares
a un orgasmo despierto. Y si un orgasmo, un estado de meditación o una oración producen cambios benéficos en nuestro organismo
cuando estamos despiertos, ¿por qué no habrían de producirlos, aunque sea
en menor medida, cuando los soñamos?
Una de las teorías recientes más populares para explicar el misterio
de para qué o por qué soñamos sugiere que los sueños tienen una función ligada
a “ensayar una respuesta adaptativa a un desafío”, tal que en la antigüedad los
sueños, por ejemplo, nos habrían ayudado a escapar de un depredador haciendo
pruebas en un escenario virtual sin tener que morir en el ensayo —y en la
actualidad podrían también ayudarnos a generar una idea para solucionar un
problema, de lo que abundan ejemplos ilustres como el descubrimiento de la
tabla periódica de Dimitry Mendeleyev durante un sueño.
Esto se conecta
con lo que creía el Dr. William C. Dement, el hombre que descubrió
los sueño R.E.M. Dement pensaba que “el sueño REM podría haber evolucionado
para ser utilizado en el futuro”, y profetizó: “la función eventual de los
sueños será permitir al hombre experimentar las múltiples alternativas del
futuro en la cuasi-realidad del sueño y así tomar una decisión más
‘informada’”.
Por otro
lado Stephen Laberge, en su libro Lucid Dreaming, teoriza
que una de las funciones biológicas de los sueños es justamente el aprendizaje:
existe una correlación entre el REM y nuestra capacidad de aprender algo
(personas que tuvieron sueños con patrones de REM en el proceso de aprender
algo tuvieron mejores resultados que las que no tuvieron estos sueños).
Seguramente todas
estas teorías tienen algo de cierto y se manifiestan en distintos niveles.
Muchos de nosotros soñamos con cosas que hemos tenido en mente en el día o en
tiempos recientes. Hasta el presente, la teoría más sólida sobre la utilidad de
los sueños es la del Desdoblamiento del físico Jean-Pierre Garnier Malet que
los relaciona con la antigua Ley del Alfa y el Omega perfectamente conocida por
los antiguos griegos.
Cinco siglos
antes de J.C, los seguidores de Pitágoras ya decian en “Los Versos de Oro”: “Acostumbrate a controlar tu sueño... y no dejes
que el dulce sueño se apodere de tus lánguidos ojos sin antes haber repasado lo
que has hecho en el dia.”
Esto nos remite
a que, más allá de una cierta obsesividad, el sueño nos permite continuar un
proceso desde otra perspectiva no tan cognitiva, usando otras conexiones de
nuestro cerebro, lo cual significa arrojar una luz nueva a los asuntos que nos
ocupan. De ahí el saber popular de: “Consultarlo
con la almohada.”
Abordar cierto
tema y observarlo (u observarnos) desde otro ángulo, suele ser liberador: así
este reprocesamiento de nuestro acontecer psíquico diurno puede ser una forma
de desatar nudos, borrar y regrabar la memoria para permitirnos luego vivir en
el presente. “En la primera parte de la noche parece que [los sueños] procesan
y dispersan las emociones residuales negativas de la vigilia; los sueños más
tarde en la noche integran este material al sentido de ser que uno tiene de sí
mismo”, dice Rubin Naiman. “Se nos recuerda que soñar es una forma a través de
la cual permitimos que nuestra conciencia respire; se expanda y cure”.
Al mismo
tiempo, el hecho de que revivamos nuestros días en los sueños, más que un mero loop
existencial, puede significar un proceso de reconsolidación de memoria. Muchas
personas habrán experimentado que pasar toda la noche estudiando no suele ser
tan efectivo como estudiar un buen trecho y luego dormir. Soñar posiblemente
nos permite repasar lo que hemos vivido con áreas más profundas de nuestro
cerebro, introyectando lo que hemos experimentado hacia el fondo casi
infinito de nuestra (in)conciencia: casi como si en la noche, soñando, se
formaran hologramas de nuestras experiencias.
El sueño a un
nivel más profundo, es capaz no solo de orientarnos en el laberinto de la
mente, sino también de equilibrarnos y de sanar en toda nuestra extensión. Hay
que considerar que muchas de nuestras enfermedades son el resultado de procesos
psíquicos obstruidos o traumas —de la misma forma una obstrucción en nuestro
aparato digestivo o en nuestro sistema circulatorio puede generar una
enfermedad; las enfermedades pueden entenderse como una especie de metáfora
somatizada de una obstrucción psíquica.
La enigmática frase de Carl Jung: «Los que
eran dioses se han convertido en enfermedades», nos sugiere que los
procesos arquetípicos de la mente —los dioses, los héroes, las grandes gestas,
los monstruos e incluso los ciclos cósmicos de la naturaleza de los cuales
somos espejo atravesado— han sido reprimidos y por lo tanto degeneran en
enfermedades. Estos ilustres y añejos habitantes de nuestra mente colectiva
generalmente se manifiestan en los sueños —el lugar donde su narrativa
fantástica puede manifestarse sin las constricciones de la razón, el
lugar donde pueden operar su prístina magia simbólica. Matar un dragón en un
sueño puede ser acabar con un trauma que nos asedia despiertos. Sin el flujo de
los dioses en los sueños —de los símbolos universales de procesos
individuales—, estamos limitando nuestra capacidad de operar sobre las regiones
profundas de nuestra psique, el único lugar donde, hasta de un solo
zarpazo, podemos sanar achaques que nos podrían perseguir toda una vida y
allende.
Fuente:
- http://pijamasurf.com
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