dissabte, 17 de març del 2012

Los sueños, la Teoría del Desdoblamiento, las tormentas solares, el apocalipsis del final de los tiempos, la información y la vida.



Como decía Richard Feynman,:
“Está bien tener la mente abierta, pero no tanto como para que se te caiga el cerebro”.


 Parte 1: Los sueños


“Los sueños son reales mientras duran, ¿puedes decir más de esta vida?”
Henry Havelock Ellis.

Se sabe que dormir es imprescindible para la vida, importante para el bienestar emocional e  incluso se ha encontrado relación entre patrones de sueño inadecuados y una serie de infecciones como la gripe, la diabetes y hasta el cáncer. Pero, ¿qué es, exactamente, lo que hace que dormir sea tan necesario? 
La Dra. Rosalind Cartwright del Centro Médico Rush de Chicago ha descubierto que individuos que recuerdan sus sueños tienden a sanar con mayor rapidez de estados depresivos asociados con el divorcio.

Rubin Naiman, del Arizona Center for Integrative Medicine, cree que la pérdida de los sueños, más que la privación del sueño per se, es  una “fuerza sociocultural crítica” en el desarrollo de la depresión, la cual generalmente pasa desapercibida. “Una buen hábito de sueños contribuye a nuestro bienestar psicológico al promover una memoria sana, alejar la depresión y al expandir nuestra conciencia ordinaria hacia regiones más amplias y espirituales”, dice Naiman.

El hecho de que los sueños —y no solo la falta de sueño— afecte la salud, tiene una importancia que pasa de largo a la medicina moderna. La mayoría de los fármacos que se prescriben para tratar desórdenes relacionados con el sueño y la depresión tienen el efecto secundario de suprimir la memoria de los sueños —así que podrían estar atacando un padecimiento solo de manera superficial.

Uno de los pocos métodos ideados para penetrar el casi insondable mundo de lo que sucede cuando soñamos es el desarrollado por el Dr. Stephen LaBerge de la Universidad de Stanford. LaBerge logró entrenar a diferentes voluntarios a emitir una señal durante sus sueños cuando algo en específico les estaba sucediendo, por ejemplo, cuando estaban teniendo sexo. Esto fue realizado en personas capaces de tener sueños lúcidos, sueños en los que se tiene cierta conciencia de que se está soñando. 
Los resultados de las investigaciones de LaBerge muestran que un fenómeno que sucede en el espacio onírico tiene una correspondencia fisiológica, tal que un orgasmo soñando genera respuestas corporales similares a un orgasmo despierto. Y si un orgasmo, un estado de meditación o una oración producen cambios benéficos en nuestro organismo cuando estamos despiertos, ¿por qué no habrían de producirlos, aunque sea en menor medida, cuando los soñamos? 

Una de las teorías recientes más populares para explicar el misterio de para qué o por qué soñamos sugiere que los sueños tienen una función ligada a “ensayar una respuesta adaptativa a un desafío”, tal que en la antigüedad los sueños, por ejemplo, nos habrían ayudado a escapar de un depredador haciendo pruebas en un escenario virtual sin tener que morir en el ensayo —y en la actualidad podrían también ayudarnos a generar una idea para solucionar un problema,  de lo que abundan ejemplos ilustres como el descubrimiento de la tabla periódica de Dimitry Mendeleyev durante un sueño.
Esto se conecta con lo que creía  el Dr. William C. Dement, el hombre que descubrió los sueño R.E.M. Dement pensaba que “el sueño REM podría haber evolucionado para ser utilizado en el futuro”, y profetizó: “la función eventual de los sueños será permitir al hombre experimentar las múltiples alternativas del futuro en la cuasi-realidad del sueño y así tomar una decisión más ‘informada’”.

Por otro lado  Stephen Laberge, en su libro Lucid Dreaming, teoriza que una de las funciones biológicas de los sueños es justamente el aprendizaje: existe una correlación entre el REM y nuestra capacidad de aprender algo (personas que tuvieron sueños con patrones de REM en el proceso de aprender algo tuvieron mejores resultados que las que no tuvieron estos sueños).

Seguramente todas estas teorías tienen algo de cierto y se manifiestan en distintos niveles. Muchos de nosotros soñamos con cosas que hemos tenido en mente en el día o en tiempos recientes. Hasta el presente, la teoría más sólida sobre la utilidad de los sueños es la del Desdoblamiento del físico Jean-Pierre Garnier Malet que los relaciona con la antigua Ley del Alfa y el Omega perfectamente conocida por los antiguos griegos.

Cinco siglos antes de J.C, los seguidores de Pitágoras ya decian en “Los Versos de Oro”: “Acostumbrate a controlar tu sueño... y no dejes que el dulce sueño se apodere de tus lánguidos ojos sin antes haber repasado lo que has hecho en el dia.”

Esto nos remite a que, más allá de una cierta obsesividad, el sueño nos permite continuar un proceso desde otra perspectiva no tan cognitiva, usando otras conexiones de nuestro cerebro, lo cual significa arrojar una luz nueva a los asuntos que nos ocupan. De ahí el saber popular de: “Consultarlo con la almohada.”

Abordar cierto tema y observarlo (u observarnos) desde otro ángulo, suele ser liberador: así este reprocesamiento de nuestro acontecer psíquico diurno puede ser una forma de desatar nudos, borrar y regrabar la memoria para permitirnos luego vivir en el presente. “En la primera parte de la noche parece que [los sueños] procesan y dispersan las emociones residuales negativas de la vigilia; los sueños más tarde en la noche integran este material al sentido de ser que uno tiene de sí mismo”, dice Rubin Naiman. “Se nos recuerda que soñar es una forma a través de la cual  permitimos que nuestra conciencia respire; se expanda y cure”.
Al mismo tiempo, el hecho de que revivamos nuestros días en los sueños, más que un mero loop existencial, puede significar un proceso de reconsolidación de memoria. Muchas personas habrán experimentado que pasar toda la noche estudiando no suele ser tan efectivo como estudiar un buen trecho y luego dormir. Soñar posiblemente nos permite repasar lo que hemos vivido con áreas más profundas de nuestro cerebro,  introyectando lo que hemos experimentado hacia el fondo casi infinito de nuestra (in)conciencia: casi como si en la noche, soñando, se formaran hologramas de nuestras experiencias.

El sueño a un nivel más profundo, es capaz no solo de orientarnos en el laberinto de la mente, sino también de equilibrarnos y de sanar en toda nuestra extensión. Hay que considerar que muchas de nuestras enfermedades son el resultado de procesos psíquicos obstruidos o traumas —de la misma forma una obstrucción en nuestro aparato digestivo o en nuestro sistema circulatorio puede generar una enfermedad; las enfermedades pueden entenderse como una especie de metáfora somatizada de una obstrucción psíquica. 
La enigmática frase de Carl Jung: «Los que eran dioses se han convertido en enfermedades», nos sugiere que los procesos arquetípicos de la mente —los dioses, los héroes, las grandes gestas, los monstruos e incluso los ciclos cósmicos de la naturaleza de los cuales somos espejo atravesado— han sido reprimidos y por lo tanto degeneran en enfermedades. Estos ilustres y añejos habitantes de nuestra mente colectiva generalmente se manifiestan en los sueños —el lugar donde su narrativa  fantástica puede manifestarse sin las constricciones de la razón, el lugar donde pueden operar su prístina magia simbólica. Matar un dragón en un sueño puede ser acabar con un trauma que nos asedia despiertos. Sin el flujo de los dioses en los sueños —de los símbolos universales de procesos individuales—, estamos limitando nuestra capacidad de operar sobre las regiones profundas de nuestra psique, el único lugar donde,  hasta de un solo zarpazo, podemos sanar achaques que nos podrían perseguir toda una vida y allende.

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