SOBRE PAPA
NOEL Y EL ARBOL DE NAVIDAD
Aunque según la mayoría de los historiadores
Santa Claus, el viejo bonachón que surca el cielo en un trineo de renos, fue en
realidad inventado por Clement Clarke Moore en 1822 al imaginar en un poema a
San Nicolás en esa guisa, en temas de orígenes de personajes religiosos y
populares y de fechas como la Navidad la desinformación y la incertidumbre es
total.
Antes de convertirse en un icono de consumismo pop, Santa Claus procede de orígenes chamánicos ligados al consumo de amanita muscaria (los hongos favoritos de los renos) y al axis mundi, o eje cósmico, ubicado tradicionalmente en el Polo Norte y a través del cual el chamán, el primer sacerdote (médico, artista y líder a la vez), puente entre el mundo visible e invisible, que se mueve entre ambos mundos, como se clarifica en el trabajo del investigador rumano Mircea Eliade.
De la misma manera que la Iglesia Católica adaptó
los dioses locales a sus propias divinidades (San Patricio en Irlanda, el mismo
San Nicolas tomado de Hold Nickar o la Virgen de Guadalupe y la Tonantzin en
México, etc.) en su proceso de evangelización, Coca-Cola parece haber
convertido en un ícono de fantasía pop consumista a Santa Claus, una evidente
figura chamánica del norte de Europa.
El 25 de diciembre, día del renacimiento, en el
que Sol reinicia su ascenso y las noches dejan de ser tan oscuras quizás
provenga realmente de los rituales de “una noche mágica” para celebrar el
solsticio de invierno. Y es que tal vez estos significados paganos de tiempos
remotos eran mejores: la Navidad también es la fiesta cristiana que impusieron
los emperadores romanos para sustituir a las Saturnalias que se celebraban los
mismos días, en esos tiempos con fiestas orgiásticas que se alegraban del
renacimiento de la luz después del solsticio y sacrificaban para el dios de la
agricultura, suscitando la fertilidad venidera. Hoy ese espíritu parece mucho
más domesticado y desprovisto de la excitante energía que uno sospecha podía verterse
en esas fiestas para los dioses.
Gordon Wasson, el famoso antropólogo que dio a
conocer a la curandera Mexicana Maria Sabina, sugirió que el hongo amanita
muscaria era el antiguo soma, la bebida de los dioses védicos. Wasson había
registrado que la amanita (o fly agaric), es un poderoso hongo
alucinógeno usado por los chamanes desde Laponia hasta Siberia. Sus colegas
notaron que en esta región tanto los chamanes como sobretodo los renos
consumían habidamente estos hongos. Con el hombre y la
bestia por igual de alucinados, no es de extrañar que los brincos de unos renos
alterados acaben por parecer largos vuelos a unos hombres con la percepción
aumentada.
Sin embargo, no solo los renos gustan de
colocarse con hongos como la amanita muscaria, otros cérvidos, como
los alces, también disfrutan con la embriaguez producida por comer manzanas
fermentadas, al igual que se dopan muchas otras especies de animales con
distintas substancias pero seguramente con el mismo fin lúdico-espiritual que
los humanos.
No
se sabe si la causa fue un mal aterrizaje o un desequilibrio mientras comía
manzanas erguido sobre dos patas. En todo caso, los servicios de emergencia
lograron liberar al alce cortando las ramas del manzano, pero aun así el animal
pasó la noche recuperándose en el jardín y al día siguiente, cuando su resaca
estaba mejor, se retiró al bosque.
Andy Letcher, autor de Shroom: A Cultural
History of the Magic Mushroom, relata que conoció a un pastor de renos,
que tenía de estos animales en Escandinavia y en Gran Bretaña, y que había
tenido una reveladora experiencia viviendo con la tribu de los Saami. En una
ocasión sus anfitriones alimentaron a los renos con hongos amanita muscaria
–los cuales fueron prontamente engullidos. Luego la orina de los animales fue
recolectada en unas cubetas y hervida para concentrarse en un té. El
pastor le dijo que pese a que no solía consumir ningún tipo de droga, en
esa ocasión se vio obligado a probar la orina de reno por el contexto
tradicional de la situación –con los resultados de una poderosa alucinación.
Por otra parte, Filip Johann von Strahlenberg, un
prisionero sueco, dijo haber visto a miembros de la tribu de los Koryak
esperando afuera de chozas, en sesiones de ingesta de hongos, para recolectar
el líquido dorado de la micción y beberlo.
Parece ser que la amanita muscaria,
aparentemente, ya que la sustancia activa de la amanita no se metaboliza, podía
ser reciclada hasta 5 veces de esta manera y además tenía menos probabilidades
de causar el vomito asociado con su consumo. Esto ha llevado a especular que el
origen de la frase “get pissed”, para referirse a emborracharse en inglés
podría provenir de tomar orina de amanita muscaria. De modo análogo en
Catalunya, país eminentemente “boletaire” o aficionado a las setas, existe la
frase “tocat pel bolet” (afectado por la seta), en clara referencia a los
efectos de las amanitas.
Cabe destacar que los colores del amanita
muscaria, que tiene propiedades psicoactivas y venenosas, son los mismos que
los de Santa Claus, el rojo y el blanco, quizás esto sea un código de
complicidad, aunque parece ser que los colores originales eran el blanco y el
verde, seguramente para honorar la benevolencia invernal de los pinos y abetos.
Claro está que los renos de Santa Claus no son
renos ordinarios, son renos voladores (el más famoso siendo Rudolph). Esto se
relaciona tanto al hecho de que comen hongos (fly agaric), como al
hecho de que son aliados de Santa: los chamanes tradicionalmente son personajes
capaces de volar, ya sea por sí solos (como luces rojas, fuegos fatuos.
Semejantes a OVNIS) o usando un nagual como nos narra Castaneda cuando se
convierte en cuervo en sus relatos con Don Juan.
Los hongos de amanita muscaria crecen debajo de
los pinos y abetos. Ambos representan la continuidad con la perennidad de sus
hojas que permiten alimentar a urogallos y otros animales durante la dura época
invernal, como otro símbolo del Axis Mundi, o árbol “mágico” de la vida, al igual
que el crecimiento, también “mágico”, de las amanitas, ya que aparecen de la
noche a la mañana.
De forma similar los regalos de navidad aparecen también
debajo de un pino de la noche a la mañana, como hongos mágicos. El chamán,
tradicionalmente es el que viaja a los mundos invisibles para obtener regalos
de conocimiento para la comunidad según el merito y la impecabilidad de sus
miembros.
Otra seña ineludible es la casa de Santa Claus en
el Polo Norte, y especialmente orientado hacia la estrella polar, llamada
también “el clavo del cielo”. Para el misticismo nórdico, el árbol de la vida o
axis mundi (Yggdrasil) se encuentra en el Polo Norte (marcado por Polaris, la
única estrella que aparentemente no se mueve y sobre la cual parece que las demás
giran). Este eje cósmico representa el centro sagrado que conecta al cielo con
la Tierra y con el inframundo y el cual es usado por el chamán como una
escalera para tener contacto con el mundo espiritual. De forma similar Santa
Claus utiliza la chimenea de las casas para descender por el árbol cósmico y
dejar regalos.
No es extraño que Santa Claus tenga una fábrica
mágica de juguetes operada por duendes. Los duendes, nomos o elfos,
tradicionalmente han sido asociados con los chamanes y con la ingesta de
enteógenos. Un caso moderno, son los viajes reportados por el tecnochamán
Terence Mckenna, que fumando DMT (primo molecular de la psilocibina)
constantemente entraba en contacto con elfos interdimensionales que le
enseñaban a fabricar objetos solamente con el lenguaje y que se asemejaban a
lúdicos guardianes de un tipo de oro alquímico (tricksters).
También puede relacionarse el rubor del rostro de
Santa Claus, más allá del frío, con el característico efecto de la amanita
muscaria y su voz “Ho, Ho, Ho”, como una onomatopeya de su celebración
psicodélica. Asimismo, su viaje a todo el mundo en un día repartiendo regalos
puede ser equivalente a un viaje astral alrededor del axis mundi, en la carroza
celestial de los dioses.
Según el trabajo de Mircea Eliade, los chamanes,
tecnólogos del éxtasis, fundamentalmente participan en el ritual iniciático de
muerte y renacimiento. La Navidad, más allá de representar el nacimiento de
Cristo, representa la muerte y el nacimiento del Sol, y con él, el renacimiento
de la vida. Se puede ver en el viaje de Santa Claus, ascendiendo del árbol
sagrado en el centro del mundo después de una temporada en el inframundo, la
representación de este renacimiento, renovado con la “feliz navidad” de haber
superado la muerte, con regalos, originalmente simbólicos, que se
convierten en materiales, como el oro de los alquimistas se convierte
vulgarmente en algo material.
En definitiva, una leyenda como la de un Santa Claus chamánico que utiliza
los portales dimensionales de los hongos para, gracias a la ayuda de los elfos
y los renos, conectar con la naturaleza y llevar regalos que siguen la ley del
karma y rodean, como un perímetro sagrado al pino abeto, Árbol de la Vida, en
el día del renacimiento en el que Sol empieza su nuevo ciclo anual.
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